¿Y qué pasa con el público?

Desde que la pandemia cerró las puertas de los espectáculos (culturales, de ocio y deportivos), han sido numerosas las iniciativas para seguir programando virtualmente. En cultura, ha habido muestras usando desde lo más básico, los streaming caseros por Instagram -que poco a poco se fueron profesionalizando- hasta streamings utilizando otras plataformas más potentes -como Twitch- o incluso realidad virtual (no es novedad de la pandemia, pero sí ha sido más relevante su uso). Ahora vuelven los conciertos y el teatro presenciales, con aforos restringidos y controlados, mixtos en algunas ocasiones (presenciales y por streaming). Pero en una situación tan volátil como la actual (en la que es imposible predecir un medio plazo porque todos los escenarios son posibles, los buenos y los malos) parece necesario encontrar la manera de transformar  el acceso a la cultura y a los contenidos culturales a algo no presencial que aproveche las herramientas digitales para crear una nueva experiencia que satisfaga a creadores y público, que sea sostenible económicamente y que, en la medida de lo posible, explore la capacidad de estas nuevas herramientas  para transmitir emociones. Todos hemos experimentado ya con el streaming puro, pero faltan cosas, muchas cosas.

Una de esas cosas que faltan, que ha sido señalada en repetidas ocasiones por los artistas es la falta de feedback por parte del público.  Los aplausos sordos, invisibles. Las caras que no están. Este post tendrá ramificaciones con las herramientas que van surgiendo para crear una nueva experiencia de directo en entornos digitales (las nuevas que van surgiendo, la adaptación de las ya existentes, la forma de explorar de las compañías y las bandas de música), pero en esta ocasión voy a contar algunos ejemplos -más o menos afortunados- de cómo se está resolviendo en el mundo del deporte el tema de los aficionados.

Hace algunas semanas tuvimos noticia de una app que servía para que el público pudiese animar a sus equipos desde casa. Ellos animan a través de la app y los estadios de fútbol colocan unos altavoces que reproducen el sonido de los espectadores desde sus casas en el campo.

Y para que el sonido del campo llegue a los aficionados en casa, los forofos del fútbol de Reino Unido podrán «escuchar» la cancha de los partidos de la liga con este ruido ambiente (artificial). También lo está haciendo La Liga usando los sonidos del público del EA Sports FIFA.

Una vez que tenemos «solucionado» (ejem) el tema del audio, vamos con la sensación de «Estadio vacío». Esto se ha resuelto hasta la fecha desde dos enfoques: digital y presencial.

El enfoque presencial ha pasado de lo muy creepy (las muñecas hinchables en Seúl)…

(experiencia adaptada y un poco menos creepy pero creepy igual esta de los Teatros del Canal en Madrid)

… a lo más básico: figuras de cartón. Esto además tiene un enfoque comercial porque los fans pueden mandar imprimir y colocar en las gradas una figura de cartón con su imagen, como en este estadio en Alemania:

… aunque pueden suceder cosas como lo acontecido en un estadio de béisbol en Estados Unidos:

La opción digital pasa por llevar a los fans desde sus casas a los estadios a través de pantallas o video-walls en llamadas de Zoom  (si todo el mundo está alucinando con 2020, no quiero yo ni contar la parte de desarrollo de negocio de Zoom) como en este estadio danés:

(algo que la liga inglesa ha anunciado que hará, también).

La luz de sala en un concierto o una función teatral y la de un estadio de fútbol son totalmente diferentes, así que no sé si se podría trasladar la experiencia exactamente igual. Aunque James Taylor en 2017 sí subió un videowall de fans al escenario:

En este mundo en el que ahora vivimos, desnudo de certezas, parece que es bastante evidente que, durante un tiempo -Google ha anunciado hoy que sus empleados podrán seguir teletrabajando hasta verano de 2021…- los canales digitales serán fundamentales para que podamos seguir disfrutando de la cultura, para garantizar el derecho de acceso y para garantizar que creadores y creadoras puedan seguir desarrollando su trabajo. Quedan muchísimas cosas por resolver, claro. Para mí la clave está en encontrar una nueva forma de llegar al público sin tratar de replicar la experiencia del directo -veo muy difícil replicar la magia de compartir un espectáculo rodeada de gente-, sino concibiéndola desde su inicio como una experiencia distinta. Queda también por averiguar cómo se puede hacer esto sosteniblemente viable desde el punto de vista económico y desde el punto de vista de empleo para el sector. Y aunque vivimos tiempos muy desafortunados,  quizá nos permitan descubrir unas capacidades narrativas en el arte y la cultura que nunca antes habíamos experimentado.

Para mí un muy buen ejemplo de capacidad de reacción y adaptación a las circunstancias han sido Jamming Teatro. De la primera función que hicieron durante el confinamiento, con el streaming como herramienta para llegar desde sus casas a las nuestras, a la última función (que inserto) donde Zoom se había convertido ya en un espacio teatral, crearon una forma de seguir estando aunque no pudiesen seguir estando igual. Todas las industrias están haciendo esfuerzos inconmensurables por adaptarse al teletrabajo. Y los espectáculos en vivo no deberían ser una opción.

 

Y como colofón final, el delicioso concierto en streaming bien realizado y producido, que dio Jorge Drexler hace unas semanas. Drexler da la sensación de estar buscando vías alternativas para seguir siendo como artista de directo. Este es un muy buen arranque:

 

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